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Expertos apuntan a una deuda pendiente con las mujeres migrantes y llaman a impulsar una educación intercultural

Expertos apuntan a una deuda pendiente con las mujeres migrantes

En un contexto donde miles de mujeres se han movilizado a lo largo del país para enfrentar una situación de inferioridad y discriminación, la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile acogió el pasado 19 de junio el seminario "Mujer migrante en Chile", un espacio donde se abordó la realidad de un grupo que llega sola a este país, dejando a su familia en su país de origen, con el fin de buscar una mejor oportunidad y mejorar su calidad de vida.

La actividad, organizada por María Fernanda Verdugo, consejera del Departamento de Derecho Internacional, se dividió en tres partes, comenzando con la exposición de Juan Fernández y Valentina Cortínez, quienes realizaron un estudio de investigación para el Ministerio de la Mujer y Equidad de Género en el que analizaron las características de la población femenina migrante de la Región de Tarapacá, Arica y Metropolitana. Al respecto, las principales conclusiones de este estudio es que las mujeres vienen realmente a trabajar, pero se enfrentan con muchos esteorotipos. Las mujeres peruanas y bolivianas se les caracteriza por serviles, por lo que son contratadas como asesoras del hogar, mientras que las mujeres colombianas y de piel negra en general sufren una sexualización de su cuerpo, por lo que son descartadas para estos trabajos y, en cambio, son destinadas a trabajar en bares y cafés.

Posteriormente, la profesora María Emilia Tijoux profundizó en torno al racismo existente en Chile y el trato despectivo hacia la población migrante. En esta línea, la palabra migrante es elemental, pues algunos los nombramos como "migrantes" y a otros como "extranjeros", y los que denominamos migrantes son de seis países de nuestro mismo continente, detalló la profesora de la Facultad de Ciencias Sociales de la U. de Chile. Al decir migrante le robamos la identidad a esas personas, pues ya no importa su nombre, si no su nacionalidad, como si eso le otorgara un valor, añadió la docente.

Oportunidades y sacrificios

Saliendo un poco de la mirada académica, relataron su experiencia personal Johanne Guercin, mujer haitiana, y Mirla Morales, mujer venezolana. Johanne, con estudios de Lingüística, contó que vino desde Haití porque su madre se lo pidió, porque quería que tuviera una mejor vida. Pese a que tenía estudios universitarios, trabajó en una pizzería para juntar dinero, luego como manipuladora de alimentos, lo que le sirvió para aprender español. Posteriormente, fue contratada por la Municipalidad de Quilicura, donde se desempeña como traductora, además de estudiar Técnico de Enfermería.

La historia de Mirla es muy distinta, ya que como neurocirujana en Venezuela, contó que debió lidiar con condiciones precarias al no contar con los insumos y recursos necesarios para atender pacientes. Tras ser víctima de un asalto en su casa, debió viajar a Chile para iniciar una nueva etapa en su vida, trabajando en la actualidad como cuidadora de ancianos. Su discurso estuvo orientado a la visualización del problema que sufren los venezolanos, asegurando que ellos no vienen a robar puestos de trabajos, sino que a ayudar.

Al finalizar el encuentro, los asistentes participaron de la discusión y resaltaron la falta una educación más intercultural y una postura de respeto y comprensión por parte de los chilenos hacia el otro. Asimismo, la profesora Tijoux sugirió la creación de una Clínica Jurídica de Migración y Derechos Humanos, considerando el rol público y social de la Universidad de Chile, lo que debería apuntar a ayudar a una población que se encuentra desprotegida.