Noticias

Integrante de la CIDH

Egresada lidera comisión que investiga y busca solución a crisis en Nicaragua

Egresada lidera comisión que busca solución en Nicaragua

Las calles de Managua y otras ciudades de Nicaragua fueron el escenario en que la abogada de la Universidad de Chile, Antonia Urrejola, debutó como integrante de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Su primera labor como miembro de este organismo consistió en formar parte de una misión dedicada a investigar los hechos de violencia desatados en ese país tras las protestas iniciadas el 18 de abril del presente año.

La abogada, quien ingresó a las aulas de Pio Nono 1 el año 1987, se incorporó el pasado mes de enero a la CIDH, tras una carrera enfocada en los Derechos Humanos que abarca asesorías sobre esta materia en diferentes instancias gubernamentales, además de consultorías en políticas públicas, derecho indígena y en el Sistema Interamericano de Derechos Humanos. Antonia Urrejola conversó con Prensa UChile sobre su trayectoria, los desafíos actuales en el ámbito de los Derechos Humanos, su labor en la CIDH y la importancia de la Universidad de Chile en su vida profesional.

Entre todas las áreas de desarrollo profesional, ¿por qué escogiste los Derechos Humanos?

Creo que fueron varios los motivos. Primero por las circunstancias en las que estudié Derecho en la Universidad de Chile. Entré a la carrera en 1987, justo para la movilización contra Federici. Vengo además de una familia donde mi papá estuvo detenido y fuimos exiliados. Yo volví el 81 u 82 a Chile y los Derechos Humanos eran un tema recurrente en mi casa y desde adolescente admiraba la labor que hacia la Vicaría de la Solidaridad y los abogados que ahí trabajaban.

Ya en segundo me tocó el plebiscito, era una época de gran efervescencia, con un movimiento estudiantil muy importante para el retorno a la democracia. Luego, la vida profesional creo que me fue llevando hacia allá también. Tuve la dicha, o más bien el honor, de conocer a José Zalaquett, que luego fue mi profesor y quien armó el Centro de Derechos Humanos, donde fui la primera alumna en los diplomados que hizo esta unidad sobre justicia transicional. Entonces, me tocó también conocer a Juan Bustos, una combinación de todo esto me llevó a donde estoy.

Pensando en esa trayectoria profesional, ¿cuáles han sido los mayores desafíos que has tenido que enfrentar?

Mi primer trabajo, aunque todavía era estudiante, fue al inicio del gobierno del Presidente Aylwin, en la Comisión Especial de Pueblos Indígenas junto a José Bengoa. Era un tema bastante invisibilizado y me tocó ir mucho a regiones, a comunidades, estar en terreno y conocer Chile más allá de Santiago y lo que se veía en las noticias.

En esa época el tema indígena no existía en el debate público, ni siquiera entre los partidos que eran oficialistas en el primer gobierno democrático, por lo que fue ir abriendo los ojos a un Chile que no conocía. Venía de un colegio particular del barrio alto, pero -más allá de mi historia familiar- conocer Chile, ir a regiones, fue un privilegio y creo que el principal desafío para mí ha sido siempre intentar acercar esta visión de los DD.HH. a la élite, a quienes están en los puestos de poder, y -por otro lado- el diálogo con los pueblos indígenas y la sociedad civil, buscando equilibrar las demandas individuales con visiones políticas más globales. Ha sido un desafío ir entendiendo los equilibrios e ir generando sensibilidad en esta élite sobre temas de justicia asociados a demandas sociales, sociedad civil y pueblos indígenas.

Pensando en esta responsabilidad que tienes en la CIDH, ¿cuál crees que es la importancia de una instancia como ésta, porqué es importante que exista?

La Comisión es un órgano internacional que es parte de la Organización de Estados Americanos (OEA), pero que es autónomo, que no responde a los Estados miembros. Creo que en su historia su principal logro ha sido visibilizar situaciones de violaciones a los DDHH, que pueden ser estructurales y sistemáticas o puntuales, y que a veces por distintas razones no son vistas por la comunidad internacional.

Hay que entender que la CIDH tiene dos funciones: una es de monitoreo y seguimiento, visibilizando situaciones de vulneración de Derechos Humanos, y la otra es un sistema de petición de casos individuales. Sobre el segundo, no sólo ha cumplido un rol importante en justicia y reparación a las victimas, sino también en generar estándares internacionales sobre distintos temas que van evolucionando. En este sentido, la CIDH, a través de sus informes y recomendaciones, va generando un derecho internacional de los DD.HH. actualizado a los problemas y demandas que tiene la ciudadanía.

¿Cómo fue la situación que te encontraste en Nicaragua? En los medios se ha visto una sociedad polarizada...

Esta fue mi primera visita de trabajo a un país y hablando con el resto del equipo, que tiene más experiencia, todos coinciden que fue muy atípica, porque armamos en 48 horas la visita, cuando normalmente se hace en 2 o 3 meses. Llegamos a un país que está en la mitad de una crisis, no después de ella, como muchas veces sucede. Fue muy desafiante porque es un país polarizado, con acusaciones mutuas.

Escuchamos centenares de testimonios en varias ciudades donde nos desplegamos, y a todos nos llamaba la atención la existencia de grupos parapoliciales y de terceros armados que en las noches hostigan y amenazan a la población. Hay un ambiente de inseguridad, donde se denuncia que están ligados a la policía, pero también a la oposición. Eso genera un ambiente de mucho temor, de falta de confianza en el de al lado, pero también en la justicia. Yo me reuní con las madres de los fallecidos en las protestas y el tema más recurrente era la falta de credibilidad en el Poder Judicial. La demanda era que nosotros hiciéramos justicia, pero la Comisión no es un órgano investigador ni sancionador, podemos apoyar mecanismos de investigación independiente pero el proceso judicial lo tienen que hacer los países, y hay una falta de confianza muy fuerte.

Yo diría que esas dos cosas, el sentirse inseguros y atemorizados por el hostigamiento de grupos armados y parapoliciales, y la falta de credibilidad en las instituciones estatales -en general- son cruciales en el ambiente. Hay muchas denuncias en hospitales públicos que los heridos no fueron atendidos o fueron dados de alta antes de tiempo, e incluso los propios estudiantes de medicina armaron centros de atención precarios.

Uniendo este desafío que estás enfrentando con tu paso por la Universidad, ¿sientes que tuviste una base sólida?

Creo que en la Universidad de Chile hay algo que es más allá del aula, que es el ambiente de debate, de confrontación de ideas. Independiente de los períodos políticos, de los gobiernos de turno y las crisis políticas, es algo que la caracteriza. Eso es formativo de por sí y lo agradezco, más allá de que yo lo viví un momento particular. Lo veo ahora en los debates que me cuenta mi hijo, que estudia en la Universidad, lo que está pasando con el movimiento feminista, es una característica que no se da sólo en la U. de Chile pero que destaca ahí.

Desde el punto de vista más académico, yo viví una época donde no estaba en las mejores condiciones. Había una intervención militar y estaba Federici, pero sí tuve profesores sumamente comprometidos con nosotros, en tiempos en que eso era difícil, y que además eran tremendos académicos, como Gonzalo Figueroa, que nos enseñó un espíritu crítico, María Angélica Figueroa o Antonio Bascuñán.

Tuve, además, la suerte de estudiar el diplomado en justicia transicional, donde tuve el privilegio de tener como maestros a José Zalaquett y Cecilia Medina. Para lo que yo hago hoy permanentemente me acuerdo de ellos y pienso qué harían, porque como maestros no sólo nos enseñaron académicamente sino también en la ética, y han sido invaluables para el trabajo que hago ahora.

¿Qué mensaje le darías a los estudiantes sobre la importancia de los Derechos Humanos?

Creo que es fundamental que se estudien los DD.HH. Los Estados tienen la obligación de prevenir las violaciones a éstos, de investigar si han ocurrido y de sancionar. Pero también deben implementar medidas de no repetición, porque muchas veces se violan los DD.HH. por brechas, deficiencias y problemas estructurales que requieren ser modificados. Por eso, conocer el pasado es trascendental para entender el presente y proyectar el futuro.

Para mí, el tema de Nicaragua no es menor. Es un país que viene de la sangrienta dictadura de los Somoza, luego la guerra entre el sandinismo y los Contra y de alguna manera, cuando recibo denuncias de grupos armados de ambos lados, uno tiende a pensar que siguen funcionando estructuras que tienen que ver con el pasado doloroso del país y que siguen presentes. En ese sentido, los DD.HH permiten entender la estructura del Estado y que los estudiantes enfrenten desde sus carreras su compromiso con el país, entendiendo qué temas hay que cambiar.

Por otra parte, los DD.HH. no sólo están ligados a derechos como a la vida o la integridad física. Cando señalo que la Comisión ha ido generando estándares internacionales que se actualizan, tiene que ver con la visibilidad de otros temas que antes no eran vistos en relación a ellos. A los pueblos indígenas, por ejemplo, antes se los veía como etnias, no como pueblos y sujetos colectivos de derecho, y nadie visibilizaba sus demandas como Derechos Humanos. Es algo que ha ido cambiando. Lo mismo ocurre respecto a los derechos LGBTI. Antes nadie hablaba del derecho a matrimonio igualitario y para qué hablar de identidad de género. Son temas de hoy, así como lo que está pasando con el movimiento feminista, que también es de Derechos Humanos, pero que antes eran puestos bajo la alfombra. Estoshan emergido de acuerdo a la evolución de la conciencia de la sociedad y el Estado ha debido responder.