"DD.HH. e independencia judicial" - Ernesto Vásquez

Un país moderno debe fundarse en un sistema jurídico con principios y valores que colocan al ser humano como centro de la estructura. En ese marco, el respeto de los derechos que emanan de la persona humana debe ser el mínimo común denominador. Es tal la conciencia en este punto que, universalmente, se ha estimado que la violación de los derechos humanos por un Estado no posee fronteras, es imprescriptible e inadmisible. Los DD.HH. se han de defender siempre y bajo cualquier circunstancia, el resto es poesía de la mediocre.

Un elemento esencial es el resguardo a la autonomía en la decisión judicial correcta, libre e independiente. Todo individuo ha de acceder a la posibilidad de que un juez independiente conozca de su causa y la resuelva sin más presión que el derecho y la ley. Ello no es un eslogan, sino la máxima garantía para los integrantes de una comunidad. Si los jueces abandonan sus funciones han de ser sometidos a la ruta de la acusación constitucional, pero los ataques de un poder político a un fallo judicial bajo el supuesto de un falso “abandono de deberes” someten al juzgador a una presión inaceptable, por muy legítima que aparezca la razón que esgrimen algunos parlamentarios. Respetar los fallos y resoluciones judiciales ejerciendo las acciones que el mismo sistema otorga, y no politizar las acciones de los jueces, es la mejor senda. No es sano adular cuando sus posturas nos agradan, abucheando hoy al juez al que ayer aplaudimos cuando creíamos que actuaban bajo “mi bandera y no con el escudo del derecho”.

Un Poder Judicial en el que sus jueces sean juzgados políticamente por sus fallos, so pretexto de abandono de deberes, implica socavar los cimientos más preciados de un sistema democrático. La historia está plagada de ejemplos de aquellos que, blandiendo banderas en favor de la calle, la libertad o la justicia, terminan siendo opresores de sus pueblos.

Hoy nuestra soberanía es la protección de jueces independientes. Los ministros sometidos injustamente al escrutinio popular han recibido apoyo merecido de brillantes hombres y mujeres de derecho y de defensores insignes de los DD.HH. Un abogado que litiga por la comunidad no sólo no debe callar frente a esto; debe apoyar a los integrantes de la Corte uniendo nuestra modesta voz a aquella que ha de proteger la justicia independiente y la soberanía del derecho.

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