"Auschwitz" - Gabriel Zaliasnik

Se cumplen 75 años de la liberación del campo de exterminio nazi de Auschwitz. La magnitud del horror sin precedentes del Holocausto en que seis millones de judíos fueron asesinados ahoga cualquier intento de pensar en otro tema. Quizás por ello Bauman afirmó que “el holocausto es una ventana y no un cuadro. Una ventana por la que se vislumbran cosas que suelen permanecer invisibles”, y que por lo mismo uno debe recurrentemente mirar pese a la distancia del tiempo y no olvidar.

El mundo de Auschwitz “está más allá del lenguaje, es la frontera donde están las alambradas del lenguaje”(Piglia). Por eso solo la permanente vigilia de los sobrevivientes, nos empuja a asomarnos a la ventana, para visibilizar “un acontecimiento difícil de entender con los términos al uso”. Auschwitz encarnó un acontecimiento que Amos Oz denominó intemporal pues “todos los hilos de la continuidad judía y de existencia humana se rompieron de golpe. Salvo las palabras”. Son las palabras las que preservan la memoria. Solo las palabras pueden permitir el verdadero testimonio ya que “en el ‘planeta de las cenizas’, los moradores no tenían nombres, ni esposas, ni padres, ni hijos. La identidad desaparecía.

Sin embargo cada vez son menos los sobrevivientes. En Chile el año pasado nos dejaron dos entrañables seres humanos que encontraron refugio en nuestro país, David Feuerstein y Elie Alevi. Ellos dieron sentido a su sobrevivencia asumiendo la dura tarea de contar la historia, haciéndonos a todos “sobrevivientes” y enseñando que el odio al otro nada aporta, lección que en el Chile de hoy parece indispensable. Del mismo modo, cuando nuevamente el antisemitismo, la xenofobia, la intolerancia y el desprecio por el otro inflaman en el mundo las pasiones de quienes detentan visiones o ideologías totalitarias, somos nosotros los responsables de preservar la memoria del mayor genocidio moderno, recordar y no olvidar.

Sirva entonces esta conmemoración para para hacer una pausa y reflexionar. Para mirar la historia a los ojos, y comprender que allí donde el hombre deja de ser hombre, la sociedad se desgarra. El proceso de deshumanización sistemática condujo al homicidio en masa llevado adelante por el nazismo. Cada sobreviviente ha sido no solo una huella de vida, sino que un testigo único de la forma en que se puso en movimiento y llevo adelante un proceso industrial de aniquilamiento del hombre. Al decir de Primo Levi en su obra Si Esto es el Hombre, “nos damos cuenta de que nuestra lengua no tiene palabras para expresar esta ofensa, la destrucción de un hombre. En un instante, con intuición casi profética, se nos ha revelado la realidad: hemos llegado al fondo”. La tradición judía enseña a usar la memoria, no para odiar, sino que para mirar al futuro y salir del fondo. David y Elie, sobrevivientes de Auschwitz fueron un ejemplo de ello.

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